EL VINO DE PEPE BOTELLA EL FRANCHUTE

«A mi me guztan laz papa aliñá, con zu «zebollita», con zu perejí, eza zon laz papa que me guzta a mí»…

La papa Sanluqueña criada tradicionalmente en Navazos (tierras del interior, labradas al nivel del rio Guadalquivir, para ser regadas a cada subida de marea del Atlántico) es la embajadora del viajero humilde que llega con una «hartá» de hambre, a cualquier bar gaditano.

 

Romántico ¿verdad? Patatas regadas al son de la luna y mucha tierra blanca en un lugar donde la luz inunda de energía y paz el paisaje. Cielos azules y laderas suaves, de viñedos infinitos que invitan a dibujar siluetas, e imaginar tiempos pasados, aquellos en los que José Bonaparte, Pepe Botella para los amigos, paseaba airoso a caballo, por aquellas albarizas sanluqueñas. Hasta entonces, el vino de antes de los franceses, se elaboraba en tinajas de barro y se gastaba durante el año en las tabernas, ventorrillos y tascas, metido en toneles, sin más añadidos que algún cante entre el bullicio del local. El vino no se sometía a crianza biológica, ni se encabezaba con alcohol, no habia ningún sistema establecido en la elaboración del vino, se hacía, se bebía y punto. Fueron las necesidades de un comercio floreciente las que aguzaron el ingenio de bodegueros y comerciantes. En honor a la verdad, la culpa no fue de los franceses, si no de los británicos, que a mediados del XIX les dio por beber vino de Jerez, sin conocimiento. Fue realmente entonces, cuando se plantea crear un sistema de crianza del vino en cadena y mantener así los estándares de calidad, de un vino cada vez más demandado.

Aparece así el sistema de solera y criaderas, por el que el vino joven rellenaba la bota de arriba o primera criadera, la primera rellenaba la segunda a así hasta la ultima o solera, por estar en el suelo, de la que se obtenía finalmente el preciado vino. Este sistema garantizaba un producto de una calidad excelente año tras año, gracias a las levaduras presentes en la superficie del vino, que lo criaban, a la vez que lo protegían de la luz y la oxidación.

Nostálgicos documentados en este vino, responsable del apogeo comercial y surgimiento de la alta burguesia jerezana de mediados del XIX, empezaron casi dos siglos después a preguntarse ¿cómo era el vino de antes de los ingleses? ¿A que sabían los caldos que bebía Pepe Botella?.

Abanderados en esa búsqueda, un grupo de amigos, que se hacían llamar Equipo Navazos, empiezan a poner el grito en el cielo hasta el punto de resonar en los techos todas bodegas del marco geográfico. ¿Cómo era posible que teniendo viñedos tan antiguos como la filoxera, sigieran año tras año haciendo el mismo vino?¿porqué si la materia prima era tan excepcional y única, seguían haciendo un vino clónico y exento de la más mínima improvisación?¿Porqué nuestros vinos no tenían año de nacimiento y parecian huérfanos de registro, sin pena, ni gloria?

Las carnes abiertas de algunos, la conciencia removida de otros y el orgullo herido del imaginario de sus bisabuelos,  magnates del vino, hizo el resto.

A día de hoy han vuelto esos vinos particulares, personalísimos y diferentes, tanto que no hay dos iguales y lo mejor aún evolucionan con el paso del tiempo como los grandes vinos de guarda, manteniéndose más vivos que nunca. Elaboraciones que van desde los mostos más joviales a sobretablas de añada, pasando por crianzas en barrica o vinos de asoleo. Maceraciones en frio, vendimias tempranas y un sinfín de variables de vanguardia al servicio de éstos, ya renovados; ¡vinos de antes de los ingleses!.

Ahí van algunas referencias:

De Jerez a Sanlucar pasando por El Puerto y Chiclana.

-Sábalo, Patinegro, As de Mirabrás y Mirabrás, Beta sur, Toto, de bodegas Barbadillo.
-Las 30 del Cuadrado, de bodegas Hidalgo La Gitana.
-Mar de Argüeso, de bodegas Argüeso.
-Manzanilla de añada 1/11, de bodegas Callejuela.
-Forlong blanco, 80/20, Burbuja, Mon Amur, Amigo Imaginario, La Fleur, de bodegas Forlong
-Le Fleq de Flequi Berruti
-Ojo de Gallo, de bodegas Estévez.
-Socaire, Socaire oxidativo y Tivo de bodegas Primitivo Collantes.

De Lebrija, el vino que soñaba con ser manzanilla… (esto merece una explicación, que voy a dar, claro)

-Nebris, de bodegas González Palacios.

Don Francisco González Palacios, puso en jaque a toda una Denominación de origen, cuando se le ocurrió ponerle a su preciado vino Lebrijano, el nombre de Manzanilla. Levantó ampollas en Sanlucar, ya que para él su vino tenía las mismas características que la susodicha y de hecho los viñedos de los que se nutria, compartian territorio en Trebujena. Esto no quedó así y se llevó a juicio, no exento de polemicas y argumentos de una y otra parte.


Hasta el tribunal constitucional llegó el vino de Lebrija, que finalmente perdió su última batalla, pero el tesón de don Francisco, ha quedado patente, no solo por sus firmes convicciones, sino por la calidad de sus vinos y a día de hoy está amparado por la D.O.P. Lebrija.

De Montilla a Moriles y de la Palomino a la Pedro Ximenez.
-Fresquito, Fresquito de Pasto y Brut nature G1 de bodegas Pérez Barquero.
-3 Miradas, El Garrotal, Ladera de Benavente y Paraje de Riofrío Alto, de bodegas Alvear.
– Dulas, de bodegas La Salud.

Y por último, los artífices de esta historia:
-Ovni PF, ovni PX, Navazos Niepoort de EQUIPO NAVAZOS.

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