COMO APROVECHAR LA MELVA DE TEMPORADA I. EN CONSERVA

Con la llegada del otoño es tiempo de recoger y guardar para el duro invierno, bueno en Almería lo duro es ver a la gente por la calle disfrazada de invierno, ataviada con guantes, bufanda, gorro, chaquetón, rebequilla, cuello vuelto y botas de pelillo con el termómetro de la Puerta Purchena marcando 22º C y un  guiri tomándose un americano en el quiosco Amalia, en mangas de camisa y chanchas… con calcetines.

Es cierto que la Naturaleza, en un último esfuerzo, nos obsequia con toda una suerte de alimentos para llenar nuestras despensas.

El pistoletazo de salida lo da la vendimia que en los lugares calurosos comienza a mediados de agosto. Después las zarzamoras y la recogida de la almendra, las jugosas granadas, las nueces, las castañas y bien entrado el otoño, la aceituna. Es tiempo de montanera y los gorrinos se atiborran de bellotas y con suerte de alguna preciadísima trufa. Las setas ya van asomando entre las hojas caídas de los árboles y poco a poco se dibujan los ocres de una postal otoñal.

Cruzando el Estrecho, vuelven al cálido Mediterráneo, los atunes y las melvas que buscando las frescas aguas del Atlántico, han pasado las vacaciones estivales jugando al bingo en La Caleta.

RECETA:

Se cortan las melvas a medallones desechando cabeza y vísceras.

Se cuecen en agua con unas bolitas de pimienta una cucharadita de sal y laurel, también se le puede añadir un chorrito de vinagre o limón, al gusto.

Dejar cocer unos 20-30 minutos y dejar enfriar. Cuando se haya enfriado, procedemos a limpiar las espinas. Esto es muy importante, ya que limpiar el pescado aún caliente es mucho más difícil porque está blando y sin consistencia y es muy probable que se deshaga y acabemos con la encimera llena de migas, pellejillos, espinas y nuestra paciencia esturreada por la cocina.

Para lavar bien los lomos ya sin espinas usaremos su propia agua de cocción.

Una vez todo el pescado limpio, lo introducimos en botes de cristal previamente hervidos. Yo hiervo también unas pinzas de camarero de barra para tocar lo menos posible el interior de los botes. No tengo que decir que todo el proceso debe ser lo más aséptico posible, para no contaminar de gérmenes el producto.

Una vez llenos los botes, se enrasan con el agua de cocción bien limpia y colada o con aceite de girasol y se cierran. El girasol es más neutro y no interfiere en el sabor de la melva además permanece liquido en la nevera, pero es cuestión de gustos.

Por último, se cuecen al baño María hasta que se abomben las tapaderas y de nuevo se dejan enfriar completamente y si lo hemos hecho bien las tapaderas, al hacer el vació, se vuelven un poco cóncavas.

 

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